¡Buen día!
Han sido unas semanas de viajes,
la última vez visité San Pedro Atlapulco, ubicado en el municipio de Ocoyoacác en el Estado de México, entre
la Ciudad de Toluca y la Ciudad de México. Una referencia para poder llegar sería "La Marquesa" un área muy conocida para realizar actividades recreativas, su nombre por
decreto de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) es
“Parque Miguel Hidalgo y Costilla”.
San Pedro Atlapulco es una
comunidad que vive en un régimen comunal, es decir que cada uno de sus
pobladores, originarios de ahí, tiene derecho de disfrutar y aprovechar un
espacio de las 7110 hectáreas de territorio que les pertenece. Está compuesto
de siete valles; entre ellos Rancho Viejo, El Potrero, El Conejo, El Silencio, dedicados
exclusivamente a la prestación de servicios turísticos, cuya oferta es similar
en todos ellos, a unos
minutos sobre la carretera se encuentra el pueblo.
En términos académicos, éste
poblado ha hecho turismo desde abajo, es decir, que la población fue quien tuvo
la idea e iniciativa de ofrecer servicios, sin planificación ni apoyo del gobierno.
Sus actividades turísticas comenzaron aproximadamente en la década de los
cincuentas cuando se abrió la carretera que comunicaba con Chalma, pero los
servicios era muy informales, con el
paso del tiempo se fueron integrando los comuneros para ofrecer servicios bien
establecidos, más completos y de calidad, actualmente el 80% de la población
total de San Pedro trabaja en algún de los valles.
Rancho Viejo |
Aunque por más de cincuenta años
San Pedro Atlapulco ha representado un caso de éxito en el que el turismo fomenta
el desarrollo local, la falta de planificación y diversificación de las
actividades, así como la escasa coordinación y disputas entre los comuneros han
ido deteriorando no sólo su estructura social sino también los servicios y atractivos
turísticos del lugar, así como el ambiente natural.
Nos recibieron en el valle de Rancho
Viejo, uno de los más pequeños, con un desayuno muy agradable; café de olla y
pan de nata complementando con un plato bien servido de chilaquiles verdes. Ahí
tuvimos la oportunidad de platicar con Dulce, una chica originaria de San Pedro
Atlapulco que ha estudiado por varios años la actividad turística de la zona y
quien ha sido parte de algunos proyectos que se han llevado a cabo en dicho
lugar.
Dulce nos platicaba como han ido
ocurriendo una serie de cambios en su comunidad. Aun cuando sigue siendo un
sitio muy visitado, principalmente por residentes de la Ciudad de México, San
Pedro también se ha visto afectado por la crisis económica del país; los
ingresos por turismo ya no son suficientes para solventar las necesidades de
los comuneros y aunque tienen otras entradas, los beneficios no se reparten a
toda la población, creando así dos grupos de poder con posturas contrarias
dentro de la comunidad.
Aunado a lo anterior, se ha
presentado conflictos con instancias gubernamentales, asociaciones y
consultorías que han tratado de influir en la dinámica turística del lugar, los
cuales por supuesto, buscan un beneficio propio, debido a ello la comunidad
tampoco ha querido trabajar en coordinación con estos. Aunque la oferta ya está
bien establecida, no cuentan con el apoyo profesional que se necesita para el
desarrollo y planificación del turismo, lo peor es que no quieren aprovechar
las oportunidades que en éste sentido se les han presentado.
Valle Rancho Viejo |
Es verdaderamente decepcionante
que aun viviendo en un casi inexistente “régimen comunal”, la activad turística
se desempeña bajo una lógica individual, cada comunero hace lo que le parece
mejor, son pocos los que se interesan por el beneficio colectivo, lo cual
definitivamente resultará en la venta de territorio, en fraccionamiento de la
sociedad y el reparto desigual de los ingresos por turismo.
Y bueno, del ambiente natural, no
se puede plantear una mejor perspectiva; aunque como visitantes percibimos la
calidad del aire y el verde del paisaje, existe contaminación por desechos,
erosión del suelo, tala inmoderada y remoción de especies, siendo algunas de
las problemáticas a la que se enfrentan en la comunidad, todo ello también
provocado por la dinámica con la que ha funcionado el turismo en éste sitio.
El Potrero |
Una vez que terminamos la plática
con Dulce y después de un corto recorrido por Racho Viejo, no dirigimos hacia
el valle del Potrero, uno de los valles más grandes y con mayor oferta de
servicios. En éste sitio nos dimos a la tarea de platicar con algunos de los
turistas que se encontraban disfrutando del fin de semana. Muchos de los
visitantes provenían del Distrito Federal y no era la primera vez que estaban
ahí, ya conocían bien lugar y regresan siempre por la tranquilidad que les
proporciona después la vida tan acelerada de la ciudad.
Por supuesto, los visitantes
observan algunos cambios que ocurren en el destino, sobre todo en la
infraestructura y caminos, así como en la multiplicación de los servicios, no
quisiera generalizar, pero lo cierto es que, aún son pocos los viajeros que tienen
una visión más amplia, más allá de sólo recibir un buen trato; la mayoría no se
interesan por convivir y llevar satisfacción a la población, lo cual es
perfectamente comprensible pues no tienen la obligación de ello, sin embargo
traería mayores beneficios que el turismo en cualquier sitio pudiera
desarrollarse de ésta manera.
Terminamos la visita en el Pueblo
de San Pedro Atlapulco, ahí también platicamos con algunos de los residentes
sobre su perspectiva del turismo, la cual no dista mucho de lo que Dulce nos
platicaba, ella tiene una visión de profesionista y puede realizar un análisis
objetivo y de largo plazo, es esa visión a futuro lo que no tiene la población,
viven al día de acuerdo a la situación y algunos otros ignoran la gravedad del
impacto del turismo en su comunidad.
Definitivamente la situación de
San Pedro Atlapulco causa preocupación por despertar en su comunidad el interés
e iniciativa para trabajar en forma colectiva, hacerles ver que esa puede ser
su herramienta principal para que el turismo siga siendo su actividad más
productiva, que den oportunidad a aquellos que quieran apoyarlos y que se
apoyen entre ellos para que logren el éxito y desarrollo mejor de lo que hace
algunos años.
Como turista, puedo decir que es
muy agradable recostarse y contemplar el cielo, escuchar las aves, disfrutar de
aire fresco que se puede respirar, complacerse con una trucha en cualquiera de
sus presentaciones y por qué no, disfrutar también de otras actividades como el
paseo a caballo, renta de motos, la tirolesa o rapel.
Más allá de lo que acabo de mencionar, creo que como turista sí debe interesarnos poder satisfacer nuestras necesidades personales, pero nunca estará de más preocuparnos también por quienes nos llenan el plato.
Ojalá recuerden mis palabras cuando tengan la oportunidad de visitar los Valles de San Pedro Atlapulco.
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