martes, 7 de octubre de 2014

San Pedro Atlapulco

¡Buen día!

Han sido unas semanas de viajes, la última vez visité San Pedro Atlapulco, ubicado en el municipio de Ocoyoacác en el Estado de México, entre la Ciudad de Toluca y la Ciudad de México. Una referencia para poder llegar sería "La Marquesa" un área muy conocida para realizar actividades recreativas, su nombre por decreto de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) es “Parque Miguel Hidalgo y Costilla”.


San Pedro Atlapulco es una comunidad que vive en un régimen comunal, es decir que cada uno de sus pobladores, originarios de ahí, tiene derecho de disfrutar y aprovechar un espacio de las 7110 hectáreas de territorio que les pertenece. Está compuesto de siete valles; entre ellos Rancho Viejo, El Potrero, El Conejo, El Silencio, dedicados exclusivamente a la prestación de servicios turísticos, cuya oferta es similar en todos ellos, a unos minutos sobre la carretera se encuentra el pueblo.

En términos académicos, éste poblado ha hecho turismo desde abajo, es decir, que la población fue quien tuvo la idea e iniciativa de ofrecer servicios, sin planificación ni apoyo del gobierno. Sus actividades turísticas comenzaron aproximadamente en la década de los cincuentas cuando se abrió la carretera que comunicaba con Chalma, pero los servicios era muy informales,  con el paso del tiempo se fueron integrando los comuneros para ofrecer servicios bien establecidos, más completos y de calidad, actualmente el 80% de la población total de San Pedro trabaja en algún de los valles.

Rancho Viejo
Aunque por más de cincuenta años San Pedro Atlapulco ha representado un caso de éxito en el que el turismo fomenta el desarrollo local, la falta de planificación y diversificación de las actividades, así como la escasa coordinación y disputas entre los comuneros han ido deteriorando no sólo su estructura social sino también los servicios y atractivos turísticos del lugar, así como el ambiente natural.

Nos recibieron en el valle de Rancho Viejo, uno de los más pequeños, con un desayuno muy agradable; café de olla y pan de nata complementando con un plato bien servido de chilaquiles verdes. Ahí tuvimos la oportunidad de platicar con Dulce, una chica originaria de San Pedro Atlapulco que ha estudiado por varios años la actividad turística de la zona y quien ha sido parte de algunos proyectos que se han llevado a cabo en dicho lugar.

Dulce nos platicaba como han ido ocurriendo una serie de cambios en su comunidad. Aun cuando sigue siendo un sitio muy visitado, principalmente por residentes de la Ciudad de México, San Pedro también se ha visto afectado por la crisis económica del país; los ingresos por turismo ya no son suficientes para solventar las necesidades de los comuneros y aunque tienen otras entradas, los beneficios no se reparten a toda la población, creando así dos grupos de poder con posturas contrarias dentro de la comunidad.

Aunado a lo anterior, se ha presentado conflictos con instancias gubernamentales, asociaciones y consultorías que han tratado de influir en la dinámica turística del lugar, los cuales por supuesto, buscan un beneficio propio, debido a ello la comunidad tampoco ha querido trabajar en coordinación con estos. Aunque la oferta ya está bien establecida, no cuentan con el apoyo profesional que se necesita para el desarrollo y planificación del turismo, lo peor es que no quieren aprovechar las oportunidades que en éste sentido se les han presentado.

Valle  Rancho Viejo 
Es verdaderamente decepcionante que aun viviendo en un casi inexistente “régimen comunal”, la activad turística se desempeña bajo una lógica individual, cada comunero hace lo que le parece mejor, son pocos los que se interesan por el beneficio colectivo, lo cual definitivamente resultará en la venta de territorio, en fraccionamiento de la sociedad y el reparto desigual de los ingresos por turismo.

Y bueno, del ambiente natural, no se puede plantear una mejor perspectiva; aunque como visitantes percibimos la calidad del aire y el verde del paisaje, existe contaminación por desechos, erosión del suelo, tala inmoderada y remoción de especies, siendo algunas de las problemáticas a la que se enfrentan en la comunidad, todo ello también provocado por la dinámica con la que ha funcionado el turismo en éste sitio.

El Potrero
Una vez que terminamos la plática con Dulce y después de un corto recorrido por Racho Viejo, no dirigimos hacia el valle del Potrero, uno de los valles más grandes y con mayor oferta de servicios. En éste sitio nos dimos a la tarea de platicar con algunos de los turistas que se encontraban disfrutando del fin de semana. Muchos de los visitantes provenían del Distrito Federal y no era la primera vez que estaban ahí, ya conocían bien lugar y regresan siempre por la tranquilidad que les proporciona después la vida tan acelerada de la ciudad.

Por supuesto, los visitantes observan algunos cambios que ocurren en el destino, sobre todo en la infraestructura y caminos, así como en la multiplicación de los servicios, no quisiera generalizar, pero lo cierto es que, aún son pocos los viajeros que tienen una visión más amplia, más allá de sólo recibir un buen trato; la mayoría no se interesan por convivir y llevar satisfacción a la población, lo cual es perfectamente comprensible pues no tienen la obligación de ello, sin embargo traería mayores beneficios que el turismo en cualquier sitio pudiera desarrollarse de ésta manera.




Terminamos la visita en el Pueblo de San Pedro Atlapulco, ahí también platicamos con algunos de los residentes sobre su perspectiva del turismo, la cual no dista mucho de lo que Dulce nos platicaba, ella tiene una visión de profesionista y puede realizar un análisis objetivo y de largo plazo, es esa visión a futuro lo que no tiene la población, viven al día de acuerdo a la situación y algunos otros ignoran la gravedad del impacto del turismo en su comunidad.

Definitivamente la situación de San Pedro Atlapulco causa preocupación por despertar en su comunidad el interés e iniciativa para trabajar en forma colectiva, hacerles ver que esa puede ser su herramienta principal para que el turismo siga siendo su actividad más productiva, que den oportunidad a aquellos que quieran apoyarlos y que se apoyen entre ellos para que logren el éxito y desarrollo mejor de lo que hace algunos años. 

Como turista, puedo decir que es muy agradable recostarse y contemplar el cielo, escuchar las aves, disfrutar de aire fresco que se puede respirar, complacerse con una trucha en cualquiera de sus presentaciones y por qué no, disfrutar también de otras actividades como el paseo a caballo, renta de motos, la tirolesa o rapel.

Más allá de lo que acabo de mencionar, creo que como turista sí debe interesarnos poder satisfacer nuestras necesidades personales, pero nunca estará de más preocuparnos también por quienes nos llenan el plato. 

Ojalá recuerden mis palabras cuando tengan la oportunidad de visitar los Valles de San Pedro Atlapulco.

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