martes, 7 de octubre de 2014

Malinalco-Chalma

¡Buen día!

Empezar Octubre con lo que más me gusta hacer ¡viajar y bailar! En está ocasión les presento mi aventura por Chalma y Malinalco. Ha decir verdad, esta visita me ha dejado con ganas de volver, desafortunadamente fue poco el tiempo que pude estar en ambos sitios, sin embargo, es fácil darse cuenta de ciertas problemáticas y conflictos que se están presentado a partir de la actividad turística.

El municipio se encuentra a 65 kilómetros de la ciudad de Toluca y a 95 kilómetros del Distrito  Federal, limita Joquicingo, Ocuilan, Zumpahuacán y  Tenancingo en el Estado de México y  con Tetecala y Miacatlán en el Estado de Morelos.

Chalma y Malinalco pertenecen al mismo municipio, no obstante son fuertes los conflictos entre las comunidades ya que los primeros quieren independizarse como otro municipio y, según sus habitantes, estos no reciben ningún apoyo de la cabecera municipal ubicada en Malinalco; como les había comentado, es fácil de percibir.

Me gustaría empezar con recomendación al momento de emprender un viaje; información previa sobre su destino, no significa que lo conozcan por completo a través de la información que puede conseguir, sino que den espacio a ese factor sorpresa, pero que tengan una idea de qué van a encontrar, sobre todo al momento de planear tiempos y desplazamientos, para que sus visitas sea eficientes y productivas.
El Ahuehuete
Nuestro recorrido empezó en “El Ahuehuete” Chalma, un árbol ancestral el cual es parte de un ritual religioso, aquel peregrino que llega a éste árbol a cumplir su manda debe adquirir una corona de flores y conceder una pieza de baile al santo, mojarse un poco con el agua de manantial, para finalmente llevar la corona al santuario, como bien dicen, al lugar que fueres, haz lo que vieres.


El Santuario es la iglesia principal del pueblo dedicado al Señor de Chalma, se trata de un convento agustino del siglo XVI, es un lugar realmente agradable en cuanto a su arquitectura y espiritualidad, más allá de la religión que cada visitante profese. Únicamente se puede llegar caminando, hay que atravesar un mercado, entre subidas y bajadas, donde hay puestos principalmente de dulces y comida.

No quisiera que sonara a mala publicidad, pero la verdad es que, desafortunadamente, el turismo ha hecho de Chalma un lugar sucio, hay basura por las calles, que por cierto, no todas están pavimentadas, además tiene una mala distribución del comercio y, de los locales, no se puede decir que tengan las condiciones ideales de higiene. Entre otros aspectos negativos es la calidad del transporte y el tráfico, así como la creciente inseguridad.
Algunos de los habitantes con quienes pudimos platicar, nos comentan precisamente que, cada fin de semana, con tantos visitantes de los municipios y estados aledaños, el tráfico es muy pesado para llegar al ahuehuete y al santuario, sobre todo en las mañanas y esto no les permite desarrollar sus actividades con la misma cotidianidad.

Nos comentaron además, que si bien el turismo era una de sus principales fuentes de ingresos, la repartición de los beneficios no es equitativa y entonces se presentan riñas y pleitos entre la población. Además no cuentan con un sistema de vigilancia y tampoco hay apoyo para la limpieza de las calles y recolección de basura por parte del municipio.

En definitiva éste es un destino de turismo religioso y peregrinaje, que recibe un número significativo de visitantes, pero no cuenta con la infraestructura necesaria, no hay suficientes hoteles, transporte o módulos de información turística, inclusive de establecimientos de alimentos y bebidas o algunos otros servicios complementarios como farmacias y abarroteras que puedan satisfacer la demanda de sus visitantes, por poco exigentes que estos sean.

Después del desayuno en Chalma, nos dirigimos a Malinalco, la diferencia entre ambas comunidades es más que evidente. Malinalco es parte de un programa federal de turismo llamado Pueblos Mágicos cuya categorización requiere del cumplimiento de ciertas especificaciones culturales, sociales e inclusive ambientales, por lo que la cabecera municipal, a primera vista, tiene un aspecto mucho más verde y limpio que Chalma.
Museo de los Bichos
En Malinalco, fuimos a visitar el museo vivo de los bichos, aunque no es el más grande y tampoco el mayor atractivo del municipio, puedo decir que cumple con la función educativa que todo museo debería tener; el recorrido es divertido, sus guías son muy agradables, puedes interactuar con sus ejemplares y terminas el recorrido con un aprendizaje sobre la biodiversidad del municipio.


Uno de los biólogos fundadores del museo nos recibió con una plática, bastante casual, pero muy informativa sobre la evolución del turismo en Malinalco y cómo ha impactado en el ambiente natural y social, desde su perspectiva como prestador de servicios, pero también como habitante del municipio.
Nos comentaba que desde hace 15 años que lleva en operación el museo, con su equipo de trabajo han hecho el registro de especies nativas de peces e insectos, por ejemplo, que han desaparecido o que están en peligro de extinción debido a la implementación de servicios para los turistas, como los criaderos de truchas, el campo de golf, los complejos habitacionales y hoteles, o bien, por la contaminación de los cuerpos de agua. Se refirió también al problema de erosión de suelos y montañas donde se practica rapel, todo ello implica la pérdida del paisaje como atractivo natural.

Además, nos habló de la falta de organización y comunicación entre los pobladores, él personalmente ha intentado trabajar en conjunto con la comunidad, pero ha enfrentado algunos conflictos. Si bien, la población de Malinalco sabe que vive del turismo, es difícil lograr acuerdos pues todos buscan un beneficio personal o simplemente no tienen la iniciativa o el interés por forma parte de la dinámica turística.

En el museo de los bichos, se puede presumir que intentan involucrar a la población para que conozca sus recursos, producen conocimientos sobre la biodiversidad y también buscan que el turista se lleve una experiencia satisfactoria y educativa, pero no será suficiente si, por principio la comunidad no participa, no trabajan en conjunto y después si el turista no modifica y hace conciencia sobre lo que su visita puede provocar en un destino.

Mi viaje terminó con unos tacos en el centro de Malinalco, de lo que sólo puedo decir que son una delicia, como todo buen mexicano, disfruto comer en la calle y más si se trata de tacos, acompañados de una refrescante cerveza en el ambiente tan característico de un Pueblo Mágico y para completar, una nieve típica de Malinalco.  
Aunque por supuesto hay una clara diferencia entre la comunidad de Malinalco y Chalma, bajo mi perspectiva como estudiante, en ninguna existe la planificación y educación acerca del turismo, lo que ocurre en el municipio ha sido espontáneo, por espontáneo no refiero a que ocurrió de un día para otro, sino que los responsables no se han detenido a pensar en las consecuencias de las actividades turísticas, tanto de la oferta de servicios como la presencia de turistas.
Malinalco
El futuro turístico de Malinalco y sus respectivas comunidades, tiene de frente importantes retos que le permitan conservar su categoría como Pueblo Mágico y que mejore las condiciones sociales y ambientales del lugar. Lo ideal sería que los habitantes, las instituciones públicas, empresas y prestadores de servicios trabajaran en equipo. Será necesario regresar y observar de manera más precisa lo que ocurre; ya que, como mencioné en un principio, fue una visita corta, así quizá, regresé con una impresión errónea. 

No pretendo con éste escrito que mis lectores tengan una mala perspectiva del turismo y de lo que ocurre en Malinalco y Chalma, por el contrario, los invito a que hagan una reflexión sobre sus propios viajes y las actividades que realizan durante ellos, que se informen sobre el contexto social y ambiental con el que van a interactuar, con la finalidad de que no sólo podamos, como turistas, percibir un mejor servicio o experiencias de calidad, sino que también regresemos con un aprendizaje y que llenemos de satisfacción a la comunidad que visitemos.

San Pedro Atlapulco

¡Buen día!

Han sido unas semanas de viajes, la última vez visité San Pedro Atlapulco, ubicado en el municipio de Ocoyoacác en el Estado de México, entre la Ciudad de Toluca y la Ciudad de México. Una referencia para poder llegar sería "La Marquesa" un área muy conocida para realizar actividades recreativas, su nombre por decreto de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) es “Parque Miguel Hidalgo y Costilla”.


San Pedro Atlapulco es una comunidad que vive en un régimen comunal, es decir que cada uno de sus pobladores, originarios de ahí, tiene derecho de disfrutar y aprovechar un espacio de las 7110 hectáreas de territorio que les pertenece. Está compuesto de siete valles; entre ellos Rancho Viejo, El Potrero, El Conejo, El Silencio, dedicados exclusivamente a la prestación de servicios turísticos, cuya oferta es similar en todos ellos, a unos minutos sobre la carretera se encuentra el pueblo.

En términos académicos, éste poblado ha hecho turismo desde abajo, es decir, que la población fue quien tuvo la idea e iniciativa de ofrecer servicios, sin planificación ni apoyo del gobierno. Sus actividades turísticas comenzaron aproximadamente en la década de los cincuentas cuando se abrió la carretera que comunicaba con Chalma, pero los servicios era muy informales,  con el paso del tiempo se fueron integrando los comuneros para ofrecer servicios bien establecidos, más completos y de calidad, actualmente el 80% de la población total de San Pedro trabaja en algún de los valles.

Rancho Viejo
Aunque por más de cincuenta años San Pedro Atlapulco ha representado un caso de éxito en el que el turismo fomenta el desarrollo local, la falta de planificación y diversificación de las actividades, así como la escasa coordinación y disputas entre los comuneros han ido deteriorando no sólo su estructura social sino también los servicios y atractivos turísticos del lugar, así como el ambiente natural.

Nos recibieron en el valle de Rancho Viejo, uno de los más pequeños, con un desayuno muy agradable; café de olla y pan de nata complementando con un plato bien servido de chilaquiles verdes. Ahí tuvimos la oportunidad de platicar con Dulce, una chica originaria de San Pedro Atlapulco que ha estudiado por varios años la actividad turística de la zona y quien ha sido parte de algunos proyectos que se han llevado a cabo en dicho lugar.

Dulce nos platicaba como han ido ocurriendo una serie de cambios en su comunidad. Aun cuando sigue siendo un sitio muy visitado, principalmente por residentes de la Ciudad de México, San Pedro también se ha visto afectado por la crisis económica del país; los ingresos por turismo ya no son suficientes para solventar las necesidades de los comuneros y aunque tienen otras entradas, los beneficios no se reparten a toda la población, creando así dos grupos de poder con posturas contrarias dentro de la comunidad.

Aunado a lo anterior, se ha presentado conflictos con instancias gubernamentales, asociaciones y consultorías que han tratado de influir en la dinámica turística del lugar, los cuales por supuesto, buscan un beneficio propio, debido a ello la comunidad tampoco ha querido trabajar en coordinación con estos. Aunque la oferta ya está bien establecida, no cuentan con el apoyo profesional que se necesita para el desarrollo y planificación del turismo, lo peor es que no quieren aprovechar las oportunidades que en éste sentido se les han presentado.

Valle  Rancho Viejo 
Es verdaderamente decepcionante que aun viviendo en un casi inexistente “régimen comunal”, la activad turística se desempeña bajo una lógica individual, cada comunero hace lo que le parece mejor, son pocos los que se interesan por el beneficio colectivo, lo cual definitivamente resultará en la venta de territorio, en fraccionamiento de la sociedad y el reparto desigual de los ingresos por turismo.

Y bueno, del ambiente natural, no se puede plantear una mejor perspectiva; aunque como visitantes percibimos la calidad del aire y el verde del paisaje, existe contaminación por desechos, erosión del suelo, tala inmoderada y remoción de especies, siendo algunas de las problemáticas a la que se enfrentan en la comunidad, todo ello también provocado por la dinámica con la que ha funcionado el turismo en éste sitio.

El Potrero
Una vez que terminamos la plática con Dulce y después de un corto recorrido por Racho Viejo, no dirigimos hacia el valle del Potrero, uno de los valles más grandes y con mayor oferta de servicios. En éste sitio nos dimos a la tarea de platicar con algunos de los turistas que se encontraban disfrutando del fin de semana. Muchos de los visitantes provenían del Distrito Federal y no era la primera vez que estaban ahí, ya conocían bien lugar y regresan siempre por la tranquilidad que les proporciona después la vida tan acelerada de la ciudad.

Por supuesto, los visitantes observan algunos cambios que ocurren en el destino, sobre todo en la infraestructura y caminos, así como en la multiplicación de los servicios, no quisiera generalizar, pero lo cierto es que, aún son pocos los viajeros que tienen una visión más amplia, más allá de sólo recibir un buen trato; la mayoría no se interesan por convivir y llevar satisfacción a la población, lo cual es perfectamente comprensible pues no tienen la obligación de ello, sin embargo traería mayores beneficios que el turismo en cualquier sitio pudiera desarrollarse de ésta manera.




Terminamos la visita en el Pueblo de San Pedro Atlapulco, ahí también platicamos con algunos de los residentes sobre su perspectiva del turismo, la cual no dista mucho de lo que Dulce nos platicaba, ella tiene una visión de profesionista y puede realizar un análisis objetivo y de largo plazo, es esa visión a futuro lo que no tiene la población, viven al día de acuerdo a la situación y algunos otros ignoran la gravedad del impacto del turismo en su comunidad.

Definitivamente la situación de San Pedro Atlapulco causa preocupación por despertar en su comunidad el interés e iniciativa para trabajar en forma colectiva, hacerles ver que esa puede ser su herramienta principal para que el turismo siga siendo su actividad más productiva, que den oportunidad a aquellos que quieran apoyarlos y que se apoyen entre ellos para que logren el éxito y desarrollo mejor de lo que hace algunos años. 

Como turista, puedo decir que es muy agradable recostarse y contemplar el cielo, escuchar las aves, disfrutar de aire fresco que se puede respirar, complacerse con una trucha en cualquiera de sus presentaciones y por qué no, disfrutar también de otras actividades como el paseo a caballo, renta de motos, la tirolesa o rapel.

Más allá de lo que acabo de mencionar, creo que como turista sí debe interesarnos poder satisfacer nuestras necesidades personales, pero nunca estará de más preocuparnos también por quienes nos llenan el plato. 

Ojalá recuerden mis palabras cuando tengan la oportunidad de visitar los Valles de San Pedro Atlapulco.

viernes, 3 de octubre de 2014

San Francisco Oxtotilpan




Buen día! 


Mi nombre es Victoria, tienen que saber que soy amante y estudiante del Turismo. En mi escuela tenemos la oportunidad de viajar constantemente tanto a destinos conocidos y tradicionales como lugares que pocos han pisado. Abrí éste blog con la intención de compartirles mis experiencias de viaje y me perspectiva como estudiante, quise empezar con la comunidad de San Francisco Oxtotilpan, espero dentro del texto puedan descubrir el por qué.


Se encuentra al norte del Estado de México, en el municipio de Temascaltepec, en dirección hacia el volcán Nevado de Toluca, aproximadamente a una hora de la Ciudad de Toluca. Se trata de una comunidad con tan sólo 1435 habitantes de origen Matlazinca, que significa “hombres de la red”.

Es una comunidad que se rige por las costumbres y tradiciones, de hecho las prácticas sociales y culturales de esta población son una extraña mezcla de dos continentes, pues aún conservan, aunque no en su totalidad, la lengua materna, pero las principales figuras de su organización social está relacionada a los aspectos religiosos, como: el mayordomo, el fiscal, los fiscalitos y topiles que tienen como obligación organizar y financiar las celebraciones de los santos tutelares y otras festividades similares.

San Francisco es ahora una comunidad rural que vive en un sistema de ejidos, su principal actividad de ingresos económicos es la agricultura y el aprovechamiento de los bosques, pero la realidad es que dicha actividad no genera suficientes beneficios, la situación de pobreza y escasez, ha provocado la migración de jóvenes, hombres y mujeres en busca de oportunidades. Es por ello que sus habitantes han apostado por el turismo como una actividad que les permita tener un mayor desarrollo y que aprovechen de manera sustentable sus recursos.




Con ayuda de una consultoría, el apoyo de la Universidad Autónoma del Estado de México, a través de la Mtra. Irais. Así como de organizaciones gubernamentales como la Comisión Nacional para el Desarrollo de Pueblos Indígenas (CDI) y la Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), la población intenta poner en marcha un proyecto de turismo rural/ecológico.



Se construyeron tres cabañas equipadas para alojamiento y comedor, en concordancia con el paisaje natural, también implementaron un vivero que permita reforestar sus bosques con especies nativas, ofrecen también un pequeño taller gastronómico de la tradición culinaria de ésta población y la visita a los Temazcales, todo ello para el disfrute y la estancia del turista, siendo únicamente sus pobladores, la mayoría jóvenes, los que presta los servicios. 

Hace un par de semanas tuve la fortuna de pertenecer a uno de los primeros grupos de turistas que recibía la comunidad en su nuevo proyecto de turismo. Si bien se trata de un destino completamente virgen y cuya comunidad no tiene conocimientos sobre el turismo, visitar San Francisco fue una experiencia muy divertida y enriquecedora no sólo como profesional sino personalmente. 

Como en cualquier otro viaje, tuvimos que prepararnos para la visita, así fuese sólo de un día. En ésta ocasión llevamos en nuestras mochilas un vaso, un plato y nuestra propia cuchara o tenedor para disfrutar de los alimentos que nos ofrecía la comunidad ya que no quieren hacer uso de desechables. Afortunadamente, disfrutamos de un buen clima aquel día, pero es importante contemplar el uso de un impermeable y zapatos cómodos ya que el camino a las cabañas es de aproximadamente 5 kilómetros, además de un cambio de ropa para entrar a los Temazcales.



La comunidad nos recibió de la mejor manera, el Señor Antonio, una persona muy amable que vestía el atuendo tradicional Matlazinca, fue quien nos dio la bienvenida, lo extraordinario de ello es que nos habló en su lengua materna, definitivamente un discurso incomprensible, pero digno de escucharse, nos ofrecieron una piza de su tradicional Pan de Gato junto con una tasa de atole de pinole, delicioso, ideal para empezar una fría mañana. 


Una vez que terminamos nuestro desayuno, acompañados de guías, empezamos el recorrido hasta las cabañas, caminamos alrededor de una hora y media en un camino de terracería, entre el bosque y el río; un paisaje verde y tranquilo a donde quiere que se volteara.



Al llegar a las cabañas nos dividimos en grupos, primeramente fuimos al taller gastronómico donde nos platicaron cómo hacen el licor de zarzamora y el pulque, cómo se prepara los quelites y los tamales de ceniza, nos ofrecieron una pieza de elote asado e hicimos salsa en un molcajete, por supuesto, probamos cada uno de los platillos y bebidas.


Después nos dirigimos al área de las Cabañas donde el Sr. Antonio, junto con los guías nos dieron una plática sobre sus costumbres y tradiciones, una en particular es la fiesta con la que celebran el día de muertos.


En ese momento pudimos preguntarles cuestiones sobre el proyecto, nos platicó sobre los problemas sociales que tienen en la comunidad, sobre todo de migración y pobreza, el señor Antonio nos decía: “está mejor así, si todos estuvieran aquí, ya no cabríamos en el pueblo”, además son una comunidad muy unida y cuando escasean los alimentos, se apoyan entre ellos.
Además, nos comentó que los jóvenes ya no tienen tanto interés por aprender su lengua materna, pero él lo ve como una oportunidad, sabe de su importancia y valor cultural, van a tratar de recuperarla a través de talles y cursos, buscan también que sus jóvenes aprendan y profesionalicen, pero sobre todo para que puedan emplearse en su propia comunidad y propiciar su desarrollo.

Nos habló también sobre algunos problemas ambientales, por la tala y la caza, es por eso que también desarrollaron la idea del vivero, ahí siembran y cuidan especies de árboles que una vez que logran su madurez llevan a ser plantados en los bosques de la comunidad. Como turistas tuvimos la oportunidad de observar los distintos procesos del cuidado y pudimos embolsar nuestro propio árbol.

Cuando regresemos al pueblo, algunas de las familias ya nos tenía preparado el temazcal. La experiencia fue bastan agradable e interesante, la gente nos invitó a pasar sin ningún problema a sus casas y además nos preparan el espacio para que pudiéramos disfrutar unos minutos en el vapor.

Finalmente, la comida la recibimos en una chosa de otra de las familias de la comunidad, nos sirvieron chilacayote con arroz rojo y frijoles, acompañado de nopales, salsa de chile manzano y tortillas recién hechas, siempre he pensado que los mejores platillos y las mayores delicias se encuentran en la mesa de las familias comunes.


Me atrevo a decir, que es una comunidad con gran potencial turístico, su población tiene iniciativa y el gusto por combatir los problemas sociales, culturales y ambientales, requerirá del seguimiento de programas y el apoyo de profesionales, pero las características y recursos con los que cuenta la población les brindan un peculiar atractivo, sobre todo para aquellos que buscan experiencias diferentes. Como en un principio, confirmo que la experiencia fue muy enriquecedora y a través de éste escrito los invito a visitar San Francisco Oxtotilpan.